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Cuento Ganador, IV Versión, año 2003

SOLO SI TU SOMBRA

 

 

Por Carlos Calle Archila

(Manizales, Colombia)

 

 

 

I

 

            El verde inunda el aire, como si fueran las mismas esporas. Rompe el silencio, si alguna vez lo hubo, y me obliga a clavarme aquí, como espina. Podría permanecer todo el día, todos los días, bajo la sombra, aquí tendido sobre la hierba, siempre verde…

 

II

 

     Les he dicho más de cien veces que deben cavar un orificio un poco más grande que las raíces del árbol. ¿Debo seguir repitiéndolo, niños?...

 

     No, no… nosotros ya sabíamos que era un hueco más grande…

 

     ¿Entonces?

 

     Es que… apenas estábamos empezando…

 

     Bueno, bueno, no más disculpas niños… las cosas hay que hacerlas bien…

 

     Sí señor…

 

     Los quiero ver a ambos cavando ese hoyo…

 

     Sí señor…

 

 

III

 

 

     No creo que el mundo se acabe mañana… así que podría quedarme aquí otro día más… pensando… oliendo… viendo las nubes cambiar de forma… aunque por ratos pareciera que se puede acabar, sigo pensando que no será mañana…

 

     ¿Y si se acabara mañana?... ¿usted qué haría?... ¿ah?...

 

     No sé… ¡pues nada hombre!... ¿qué voy hacer si no va haber mundo para vivir?... ¡nada!

 

     No se le haga raro que esto se acabe muy pronto… al menos para nosotros…

 

     “Para nosotros”… ya se va a poner pesimista usted… venga, acuéstese ahí, y vea esa nube que viene ahí… parece un gato con la boca abierta…

 

     Un gato con la boca abierta… oiga Enrique, usted si es muy fresco… todo lo que nos está pasando y a usted sólo se le ocurre ponerse a mirar nubes…

     ¿Y entonces?... ¿qué saco con amargarme el rato?...

 

     A no, nada, eso sí… pero es que nuestra situación se va a poner peor…

 

     “Pedrito, el Filósofo de la vida”… usted no cambia… desde chiquito anda en ésas, sin nada más que hacer…

 

     ¡Sin nada más que hacer!... ¿y le parece poco defender la patria de cerdos y ratas?

 

     Ah, sí, sí… se me olvidaba… filósofo y defensor de los colombianos… mijo, esto ya se nos volvió mierda…

 

     Mierda la que va a quedar después de que peleemos aquí mañana… ¿no le da pesar?... mire para los lados… mire este campo y las flores del fondo… mire esas vacas sin afán por allá abajo… mire el árbol que le hace sombra…

 

     Cada vez que vengo acá, miro todo eso y algo más… vea esa otra nube… esa parece como un barco de papel…

 

     ¿No le da tristeza?...

 

     Sí… sí, le reconozco que siento tristeza. Quizá esto se acabe mañana. Quizá ya no pueda volver mañana a este sitio. Quizá este árbol ya no esté mañana.

 

     Y si yo no puedo volver, yo…

 

     … Y si nosotros no podemos volver… más bien…

 

     Bueno, si no podemos volver… al menos este árbol debería quedarse ahí… el verde debería seguir siendo verde, las flores amarillas y…

 

     No se me ponga sentimental, Pedrito… lo hecho, hecho está… mañana nos va a tocar duro hermano…

 

     Esto hay que terminarlo Enrique… mañana podemos ser nosotros y después más gente y no sólo eso, el campo hermano, el campo donde otros viven… como si matar gente no fuese suficiente, vamos a quemar todo esto…

 

     Las guerras son así, Pedro… no quiero sonar a poeta de provincia, pero… las guerras serán siempre así… ni los animales ni la tierra se salvan de esa… la vida es una: personas, bosques, selvas, animales… es una.

 

     “Es una”, ya recuerdo de donde viene eso… de su abuelo…

 

     Del mismo… yo sólo respondía: “sí señor”…

 

     Hace rato ya eso…

   

     Hace rato… ¿se acuerda cuando sembramos el árbol?

 

    ¡Pues claro!... “Los quiero ver a ambos cavando ese hoyo”, dijo el hombre apenas nos pilló jugando con la tierra…

 

     Oiga Pedro… discúlpeme hermano… por lo de “filósofo” y “defensor de los colombianos”… usted sabe que yo lo digo es por salirme del paso… lo que usted hace es muy importante…

 

     Yo sé eso Enrique… después de todo lo conozco desde que éramos así de chiquitos…

 

     Y admito que sí me da tristeza, mucha tristeza, saber que todo esto se puede acabar mañana. Saber que nuestra guerra no sólo nos va a dejar a nosotros por fuera del juego, también que todo esto puede desaparecer… que el árbol que sembramos se puede quemar mañana con un bombazo suyo o mío…

 

     También sé eso Enrique… y sé también que por eso me invitó aquí hoy, a que recordáramos viejos tiempos… empezando por su abuelo… quien nos obligó a sembrar este árbol… ¿se acuerda?

 

     Claro que sí… creció más rápido que nosotros… “Les he dicho más de cien veces que deben cavar un orificio un poco más grande que las raíces del árbol”… afortunadamente al viejo no le va a tocar ver cómo acabamos con todo esto mañana…

 

     Sería más fácil si ambos estuviéramos del mismo lado…

 

     No me venga con otro discurso, Pedro… usted sabe muy bien porque me hice guerrillero… usted también tuvo la oportunidad y escogió otra cosa…

 

     Sí, otra cosa… otro camino… para saber que estamos haciendo lo mismo: matar.

 

     Matar y morir, no se le olvide nunca soldado Pedro Páez del Ejército de Colombia.

 

     No se me va olvidar, y menos después de venir aquí hoy, como visitante, y mañana, como soldado… si nos salvamos de ésta Enrique… ¿vamos a volver… ¿vamos a volver hablar como hoy, como antes?... ¿podemos volver aquí, a sentarnos bajo el árbol que su abuelo nos enseñó a sembrar?

 

     Esperemos que sí, Pedrito, esperemos que sí…

 

IV

 

     Mire esa nube que viene por allá, Pedro… ¿a qué se le parece?

 

     No sé… ¿un carro de helados?

 

     ¡Qué va hombre!... eso es puesto de dulces… y esos pedacitos detrás, son más dulces… ¿si ve?

 

     No… no alcanzo a ver bien Enrique…

 

     Haga el esfuerzo hombre… concéntrese… acomódese bien… aproveche la sombra del árbol y que la hierba está blanda…

 

     Blanda y verde… y huele como a…

 

     … A verde, a eso huele el verde, el verde de aquí… un verde por encima al olor de la guerra… yo se lo había dicho: el mundo no se iba acabar hoy, por más que sigamos peleando…

 

     Sí… no se acabó después de todo… después de tantos muertos… ni hubo tiempo de prenderle fuego al campo…

 

     Ni fuego ni nada… ni siquiera los bombazos estuvieron cerca del árbol…

 

     Pero sí de nosotros Enrique… sí de nosotros… y de mí…

 

     Ya, ya hombre… por eso me lo traje para acá… para que no piense en eso… mire esa otra… ¿a qué se le parece?...

 

     No sé Enrique… ya no puedo ver…

 

     El viejo debe estar seco de la risa en el cielo… su árbol se salvó, el campo se salvó… el árbol nos quedó bien sembrado, pero la guerra mal hecha… hasta las flores se salvaron… “la vida es una”, estaría diciendo el hombre…

 

     Sí… una…

 

     Listo, dejemos a mi abuelo tranquilo en el más allá… ¿a qué se le parece esa nube hermano?... ¿a qué?... Pedro… Pedro mijo… haga un esfuerzo… acuérdese de lo que hablamos ayer… Pedrito… mire el árbol, mire las flores al fondo… huela el aire… ¿lo huele?... oiga como pasa el aire… póngale cuidado… bueno, entonces, si no puede, yo le cuento… para eso somos amigos, ¿no?... usted sabe que a mí no me gusta sonar como poeta desocupado… eso de la filosofía y todas esas cosas son para usted hermano… ¿me oye?... venga le cuento: El verde inunda el aire, como si fueran las mismas esporas. Rompe el silencio, si alguna vez lo hubo,  y me obliga a clavarme aquí, como espina. Podría permanecer todo el día, todos los días, bajo la sombra, aquí tendido sobre la hierba, siempre verde…  

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