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MEJOR ESCRITOR DE COLOMBIA, 2019
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MAESTRO PORFIRIO QUIJANO

 

Por:Jaime Escobar Vásquez

Bogotá, Colombia

 

             En la vereda Montaña de Nube, del corregimiento de Miraflores, del municipio de Cumbal vive el maestro Pedro Almarales, profesor jubilado con más de 30 años educando a los jóvenes de su corregimiento. Pese a ser jubilado decidió seguir dando clases, pues de no hacer su oficio, como el mismo lo decía, hubiera muerto hace tiempo. Cuentan que un día en unas de sus clases, empezó a contarles a sus estudiantes acerca del mar, de las maravillosas puestas de sol y atardeceres, y les contaba historias de barcos que venían de otros mundos y de sirenas que enamoraban a los pescadores.

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            Durante años, les contó estas historias. En un mes de agosto, después de las vacaciones, el viejo maestro llevó a cada muchacho una botella con agua de mar, cada una estaba marcada con el nombre de una playa o de algún lugar del mar, así por ejemplo a un muchacho le dio una botella marcada con el nombre de “Playa de las tristezas”, a otro le entregó una que decía “Playa de los amores eternos” y a otro mas le tocó la marcada con el nombre del “mar de color púrpura” y así a todos les entregó su botella, para que cada uno tuviera un pedacito de mar.

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          A fin de año, luego de haber participado en un concurso de siembra artesanal de peces, la escuelita del corregimiento ocupó el segundo puesto y como premio fueron invitados por la gobernación para ir a conocer el mar de la costa pacífica del país, en un sitio llamado Tumaco.

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          Así fue como llegó el mes de enero y los muchachos armaron maletas y el viejo Porfirio partió con ellos. Cuentan que cuando llegaron todos se quedaron sorprendidos al ver la grandeza del mar, de ese mar de que tanto les había contado el viejo maestro; un rato después, los muchachos, con todo y ropa, se metieron al mar y de vez en cuando salían corriendo hasta la playa a abrazar a su maestro, dándoles las gracias por ver su sueño cumplido. A lo lejos el viejo veía a sus muchachos y no dejaba de contemplar y respirar el milagro que tenía frente a sus ojos, había caído la noche y mientras se calentaban frente a una fogata, el maestro dijo a sus muchachos que hicieran un circulo y con lágrimas que corrían por su rostro habló y les pidió perdón por haberles mentido; les contó que en las vacaciones de mitad de año él no había salido de su vereda, y que lo que había en cada una de las botellas que les regaló, no era agua de mar sino sal de cocina mezclada con agua, y que al igual que todos ellos, era la primera vez en 72 años que conocía el mar.

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El viejo se sentó puso su cabeza en sus rodillas y la rodeo con sus brazos mientras sus lágrimas seguían corriendo, de pronto notó que uno de sus muchachos deslizó un tarrito de plástico para recoger sus lágrimas y el viejo sorprendido preguntó por qué hacía eso; el muchacho respondió “vea maestro Porfirio, sus lágrimas son saladas, así como ese mar que usted. nos enseñó a amar durante estos años, y es que de no ser por usted nunca hubiéramos venido por aquí, maestro ya conocíamos el mar a través de la magia de sus palabras, y sabe una cosa, todos sabíamos que . nunca había salido de la vereda. Maestro esa botella que usted. nos dio para nosotros siempre será nuestra primera agua de mar”.

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